domingo, 24 de febrero de 2013

¿HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE? ¿SERÁ POSIBLE? Parte 1.



Durante muchos años conocí  y compartí con una pareja admirable, eran parte de mi vida, y  su ejemplo desde el inicio de mi relación con mi esposa fue fundamental para sentar las   bases de lo que ha sido mi matrimonio  con Nayibe. Con más de 40 años de convivencia, siete hijos, todos profesionales, estables emocionalmente,  y ellos como esposos amándose, respetándose, siendo felices y compartiendo sus vidas  hasta cuando el Señor los llamó a su presencia.  Su testimonio de vida me   han impulsado no sólo a luchar por mi matrimonio sino a identificar las actitudes y comportamientos que ayudan a construir una relación de pareja estable.

Tres aspectos aprendí de la pareja en referencia que han iluminado  mi relación matrimonial.


Lo primero, se amaban y aceptaban desde sus diferencias. Eso me gustaba de esta pareja, aunque uno era más expresivo que el otro, aunque tenían talentos distintos, no rivalizaban sino que se  complementaban en su relación. Lo que le faltaba al uno lo tenía el otro, sumaban valores a  la relación. Eso es muy importante, sumar, sumar, todo lo que tenga uno y le falte al otro, o todo lo que tengas  en virtudes, en cualidades, en talentos, jamás debe utilizarse para restar en la relación, sino para sumarle valores a esa que es una nueva realidad, la unidad del matrimonio. Recuerden que cuando dos personas se unen en el matrimonio  ya no se habla de mi proyecto, de mis cosas, de mi individualidad, ahora se habla de nuestra vida, de nuestros sueños, de nuestros proyectos. 


La pareja a la que me refiero, claro que  tenía diferencias, en algunos momentos chocaban por las maneras particulares de resolver ciertas situaciones, pero esas diferencias  de conceptos, esos choques  jamás    hacían que el amor entre ellos corriera riesgo,  eso no sucedía nunca,  eran   estables porque se amaban, porque tenían claro que  la persona que estaba a su lado había sido  elegida de manera libre por él, había sido elegida de manera libre por  ella para  construir un hogar cimentado en el amor.


Lo segundo que admiré en esta pareja era  la posibilidad de hablar de las situaciones conflictivas  sin que a partir de esas conversaciones se   generaran más conflictos. El común de la gente, cuando  va a hablar con su pareja sobre algún problema, termina enfrentada,  terminan peleándose más, ofendidos y heridos. En algunos matrimonios no se puede hablar de problemas porque terminan peleándose. Hay algunos temas que son tabúes en la relación y prefieren no ponerlos sobre la mesa, porque cada   vez que se plantean terminan peleados. Esto no pasaba con esta pareja de amigos, al contrario, después de estos ejercicios de hablar, de negociar sobre los aspectos que los alejan, La relación se fortalecía lo que consideré una bendición no solo para ellos, sino para sus hijos, para su hogar, para sus amigos. 

Estoy seguro de que  las  parejas  que leen ésta columna  tienen algunos temas que son tabúes,  por ejemplo,  el papel de la suegra, el manejo de algunas decisiones,  o los problemas con la intromisión de una tercera persona. Los amigos en referencia,  sin tener mayor formación académica,  cuando hablaban de sus problemas lo hacían con claridad y jamás había uno que ganaba y otro que terminaba fracasando  o cediendo,  no, en este caso todos ganaban, todos resultaban beneficiados.


Se  abrieron a espacios de perdón. Como muchas de las parejas jóvenes que se conforman,  mis amigos, tal vez al inicio, cometieron muchos errores, ellos lo reconocen, sin embargo ambos se abrieron a espacios de perdón y reconciliación, se dieron nuevas oportunidades, hasta cuando el que falló tomó la decisión de corregir sus actuaciones, asumieron el compromiso radical de evitar más errores y luchar por la propuesta  que tenían entre manos, su matrimonio.  Ahora, es bueno precisar que perdonar no es fácil, sobretodo, cuando quedan heridas fuertes, sin embargo, el tiempo las puede sanar siempre y cuando el que pida  perdón decide ser radical en el rechazo de que aquello que daña el matrimonio. 


Tomo como referencia esta pareja externa a mi familia,  y a quienes quise mucho, porque, aunque soy hijo único,  en lo personal, el hogar en el que nací,  crecí y permanecí hasta  mis 13 años de edad, (fue la edad en la que salí de casa para estudiar en otro sitio, viviendo en casa ajena,  porque el lugar en el que vivía no había establecimientos educativos),  en realidad fue un hogar muy conflictivo, y que no se constituyó para mí en el prototipo de familia modelo  que debía  replicar al tomar más adelante la decisión de casarme. Comenzando porque en la época   en que   mis padres  unieron sus vidas, había entre ellos una diferencia en edad de 25 años, por lo tanto, cuando papá estaba reduciendo su capacidad física, mi madre estaba en el esplendor de su juventud y eso provocaba  grandes inseguridades, muchas expectativas a veces  insatisfechas, lo que generaba conflictos, que desencadenaron en celos, violencia intrafamiliar, infidelidad, inestabilidad emocional y todo lo malo que se germine en  un ambiente tan insano como éste. 

La relación entre mis padres si hizo insostenible por lo que se separaron cuando yo tenía dieciséis  años. A los pocos meses papá enfermó y murió. A pesar de esta pérdida irreparable en mi  vida,  pude continuar con mis estudios, en condiciones económicas muy difíciles, sin embargo  el Señor siempre me puso en  el camino personas que me acogían en sus hogares para brindarme su apoyo y afecto, sin ningún interés económico. Hoy le doy gracias al Señor por esas personas, porque estuvieron ahí y me tendieron la mano en momentos claves de mi vida como Benjamín Mutis y su señora Sofía, Blanca Guidett;  Enrique Pereira y su señora Idelma Camargo, Oscar Agudelo y su esposa Fanny; gracias a Gonzalo y su señora Amparo, a Omar Scott y a Fanny Campo. Cada uno de ellos, en distintos momentos de mi vida, como estudiante de primaria y bachillerato me brindaron su amistad, su cariño y su respaldo para poder avanzar. A todos  mis respetos, mi cariño y mi gratitud por siempre. Dios les bendiga.

lunes, 18 de febrero de 2013

SANACIÓN EN LAS RELACIONES DE PAREJA


¿Cómo puede una persona  renunciar a la posibilidad de ser  feliz sólo por sostener la seguridad que da el dinero? ¿Es posible seguir hablándose de relación de pareja en aquellos actos de convivencia donde no se comunican afecto? ¿Es  posible hacer revivir el amor en relaciones desérticas como éstas?  ¿Qué madurez refleja una pareja que  evidencie  ante  particulares  sus crisis, pero al mismo tiempo sigan viviendo juntos sin que quieran tomar la iniciativa para  que  su relación mejore?  ¿Qué complicaciones sicológicas serias  podría provocar el aferrarme a permanecer al lado de alguien por el que no siento ningún afecto, solo por la necesidad de  mostrar a la sociedad que  se fue capaz de mantener un  matrimonio durante toda la vida, aunque en la intimidad el matrimonio sea un fracaso?

Cuando hablamos de sanación en las relaciones de pareja nos referimos  a la necesidad    de que quienes  comparten  una relación de noviazgo o una relación matrimonial,  de manera consciente, a través de procesos  de autoayuda o a través del acompañamiento terapéutico, sicológico y espiritual sean capaces de  sacar de  su interior aquellos sentimientos  de  miedo, de rencor o de odio que han sido  guardados   allí como consecuencia de algún maltrato u ofensa  recibidos en años anteriores por su pareja o por  otra persona  y que, sin proponérselo, afectan su relación en el presente, en la   medida que no les  permite  entregarse de manera plena al goce, al disfrute  de la compañía de su pareja.

Algunos podrían pensar como esta señora,  que no tiene sentido gastar  nuestra vida al lado de alguien con quien no nos entendamos, con alguien  que más que amor  y deseos de estar a su lado,  genera  rechazo, y sentimientos internos  de odio o de hastío.    Si has pensado esto, tengo que decir que sí es necesario  porque si en tu parte inconsciente llevas heridas, llevas recuerdos tristes, llevas  maltratos y rencores sin sanar, aunque rompas una relación e inicies una nueva, estos sentimientos acumulados o guardados en tu interior, si no son procesados de manera consciente,  volverán a salir  y  afectará tu nueva relación, eso no es un secreto.

Hablamos de sanación en las relaciones de pareja porque hemos causado heridas y nos han causado heridas  que, sin proponérnoslo, han terminado  marcando nuestras actuaciones y, sobre todo, nuestras relaciones interpersonales, y de manera especial nuestra relación de pareja.  Según se desprende de los conceptos plantados por Jerome S. Bruner en su libro,  El proceso mental en el aprendizaje, la mente es como un globo que acumula  información, modelos de comportamientos, frustraciones, sensaciones de  vacíos, escasez, abandono, miedos   que,  con el paso  de los años,  las adaptamos a las nuevas experiencias  que se viven, potencializamos o aumentamos algunos comportamientos positivos o negativos, los cuales están determinados por los tipos de nuevas relaciones que se establezcamos  en el medio.[1]   Por ello, debemos ser conscientes de esas realidades  para evitar dañar a los demás.

Conocemos  personas  para quienes  ha sido muy difícil construir una relación de pareja estable, y por pensar  que el problema es del otro, termina  perdiendo la vida  buscando aquí o allá  cuando en realidad el proceso es interno y por eso hay que tratarlo.  El padre Alberto Linero en su libro Cambia de relación, no de pareja, está invitando a eso, a reconocer que  la solución no es la separación siempre, hay que indagar, hay que escudriñar en nuestro interior y encontrar las causas de los conflictos en nuestro interior, una vez descubiertos, dice el padre, en aras de  de salvar el matrimonio, primero debo cambiar yo las formas y detalles que utilizaba para relacionarme, sólo cuando yo   doy muestras de cambios en mi interior, en mi forma de concebir la vida, el amor y el matrimonio, es posible que la pareja  vea allí el esfuerzo que hago  por salvar la relación y contemple dar una nueva oportunidad. Las nuevas oportunidades siempre serán interesantes y oportunas cuando quien la propone o la pide, se la merece.

Además de reconocerse imperfecto, el que quiera salvar su relación deberá dar un paso adicional que demuestre que no se conforma con la realidad que  vive, y que  por  eso, se esfuerza en cambiar lo que hace mal.  Todos los días  se  debe ser mejor, la convivencia en pareja debe ser mejor y cada miembro de la pareja debe  hacer lo necesario para que esa convivencia se concrete. Ahora, ésta   se hace más sana cuando soy capaz de respetar la diferencia, cuando soy capaz de reconocer   que el otro jamás puede ser idéntico a mí, porque tiene una historia distinta, porque tiene una manera de ser distinta, porque tienes unas expectativas distintas a  las mías, por lo tanto debo aceptarlo como es.  Cuando la pareja, toma conciencia de esta  realidad, más que juzgar, más que querer  acomodar y adaptar  a nuestra manera de interactuar,  ayudamos al otro a valorarse en su condición y,  además,  a potencializar, los dones  y talentos  que ha recibido de Dios.

Hablamos de sanación  de las relaciones de pareja porque  hay heridas en el corazón  de uno de los miembros que necesitan ser sanadas,  heridas causadas por la indiferencia, por el maltrato físico, por el maltrato verbal. Hablamos de sanación  en la relación  de  pareja porque esas heridas  no  hacen posible  que el amor y la relación fluya en un ambiente  sano, espontáneo, libre. Hablamos de sanación en la relación de pareja porque las experiencias han demostrado que, cuando cada uno de los miembros de la pareja reconoce que se ha equivocado, reconoce que las   maneras como se  ha interrelacionado no ha sido la correcta,  y se esfuerza por cambiar de estrategia, se puede salvar el matrimonio, se puede volver a ser feliz con el otro, se puede desear y disfrutar  el compartir con el otro,  porque ambos pueden llegar a disfrutar, si se lo proponen, el estar solos en la intimidad, expresándose ternura, haciendo el amor, o simplemente viendo una película, disfrutando de un atardecer  contemplando el paisaje, tomando un helado o conociendo  lugares, sin  imposiciones, sin fórmulas rígidas, sin miedos y sin complejos.

Soy un defensor de la unidad matrimonial. Estoy convencido de que podremos construir  familias más sólidas y amorosas hacia el futuro si los padres de hoy se esfuerzan por dar seguridad a sus hijos a  partir de la seguridad que les transmiten desde la estabilidad de su relación de pareja. Matrimonios  conflictivos,  malsanos,   rotos  por el maltrato, la infidelidad  y la intolerancia   tienen más posibilidades de   producir hijos inseguros, inestables, conflictivos y con limitaciones para  sostener una relación bien llevada  hacia el futuro.


No quiero decir  que los hijos de parejas disfuncionales no puedan construir relaciones de parejas sanas y estables, sí lo pueden lograr, pero les costará  mayor dificultad porque no tienen un modelo cercano que les sirva para replicar en  su nuevo hogar lo que han vivido. Claro que tenemos que ser realistas, algunos hijos  fracasan en su vida matrimonial a pesar de que proceden de   una familia aparentemente sana, una familia entregada y estable. Pero estos son casos excepcionales y aunque se presentan, insisto, no son una constante.





[1] Jerome S. Bruner. El proceso mental en el aprendizaje.  Madrid : Narcea, 2001  

domingo, 10 de febrero de 2013

CONFLICTOS DE PAREJA, ¿CUÁNDO BUSCAR AYUDA?


En una ocasión un amigo nos invitó a  mi esposa y a mí a cenar en su casa. En realidad nosotros éramos amigos de él, porque era con quien más coincidíamos en nuestros encuentros laborales y sociales. El decía que su esposa disfrutaba estar  más tiempo en su  casa, por lo tanto,  no era común verla a ella en reuniones o en celebraciones especiales. Como la información la daba en términos cordiales y aparentemente sinceros, ese  hecho no nos había  sorprendido, porque  existen muchos casos así, en donde    uno de los cónyuges prefiere permanecer en un rol más elemental.

 Mientras compartíamos la mesa, como siempre ocurre en estos casos, hablamos de todo.  Llevaban cuarenta años de casados, tenían dos  hijas que vivían en otros países, eran madres solteras, decían con claridad, pero con mucho éxito profesional, es decir, que nuestros amigos estaban solos  en la casa, vivían de la rentabilidad que producían sus ahorros, además de los ingresos recibidos por una buena pensión estatal.  Me llamó la atención que él siempre tomaba la delantera a la hora de dar detalles  y expresaba  orgullo y seguridad por todo lo que había conseguido a base de sacrificio: dinero, buena pensión, ahorros, casa propia, hijos exitosos  y un “aparente matrimonio estable,” era la impresión que daban de la puerta de la casa hacia la calle.

 Aunque al  inicio se mostraban como  una pareja feliz y modelo para los nuevos matrimonios, todo cambió cuando se  me ocurrió comentar que eran una pareja admirable, que los felicitaba porque  no sólo se veían bien, sino que tenían mucho que enseñarnos a las parejas  jóvenes para que perseveráramos en nuestro proyecto de vida. Él sonrió  como sacando pecho, mientras que ella suspiró profundamente y se atrevió a decir  esta frase lapidaria: “¿Enseñar?  Lo único que tengo para decirles  a las parejas jóvenes es que si no tienen otra alternativa  que  hagan el esfuerzo de aguantar para no morirse de hambre, ¿qué más da?” concluyó. “¡Lo digo porque gastar la vida al  lado de un tipo como el que me  tocó de marido es una tortura!” .

Para no dañar el momento mi esposa y yo  soltamos una risa espontánea como para hacer creer que  habíamos tomado  el comentario  como una broma. Nosotros nos sumamos a ese comentario con otros chistes sobre la convivencia en pareja. A pesar de nuestro esfuerzo ya el ambiente estaba enrarecido. El rostro de mi amigo cambió, redujo su actitud conversadora, ahora escuchaba más, y mientras escuchaba mantenía la miraba fija en el piso. Parecía decepcionado, porque la imagen de armonía matrimonial que se había esforzado por proyectar durante años   hacIa afuera, comenzaba a   desvanecerse. Acto seguido comenzaron a mostrarnos cada rincón del apartamento.

Cuando  salimos de aquel lugar mi esposa me confió que la señora le había dicho que ya no soportaba  a “ese viejo, porque es un tipo charlatán, ofensivo, humillante, egoísta, si no se ha separado es por la parte económica, además que desde hace muchos años, aunque viven bajo el mismo techo, están separados. Actúan como dos particulares que habitan la misma  casa, recriminándose por cada decisión que tomen y asfixiando la convivencia. Ya mi amigo me había dicho que su  señora hablaba más de la cuenta y que era un poco paranoica y que él ya no le prestaba atención a sus comentarios desatinados. “Esa es la vida en pareja Bernardo,” concluía el esposo.  “Es imposible, -decía,- que las parejas matrimoniales  lleven una vida armoniosa y feliz, hay que sobrellevar el asunto porque de lo contrario no funciona.” Obviamente, antes de salir le sugerí que era necesario buscar  ayuda, y que consideraba que podía funcionar de otra manera  a lo que respondió: “¡ya para qué, con esta edad que tenemos falta poco para morirnos!”

Toda experiencia de relación  y   de compartir con los otros  nos va a dejar una lección, y ésta,  de manera  especial,  me dejó algunas lecciones y además varias preguntas. Las lecciones  las relaciono a continuación:

Primera lección.- Los conflictos de pareja  hay que conversarlos y resolverlos desde el momento en que se presentan, es decir, no podemos ser permisivos con los problemas, por pequeños que estos sean, porque luego estos van a crecer y en últimas terminan afectándonos a todos.

Segunda lección.-  Hay que aprender a escuchar. Escuchar es  ponernos en los pies de los otros y comprender lo que está diciendo no solo desde las razones que tiene para decir algo, sino a partir de sus emociones, de lo que está sintiendo, de lo que están viviendo y pensando. Cuando  somos capaces de escuchar  y entender al otro,  podremos en el futuro evitar hacer eso que le hace daño, eso  que le hiere.

Tercera lección.-  No podemos perder de   vista que  cuando decimos convivencia en pareja, estamos hablando de dos personas que deciden,  de manera libre vivir juntas y ser felices juntos.  Tú no puedes estar unida o unido a otro por el dinero. Esta actitud  te esclaviza, esa actitud te hace infeliz, pensar de esa manera   nos arruina la vida. Cuando decides  vivir con alguien, la motivación primera ha de ser siempre el amor, ha de  ser   querer  permanecer con el otro, porque su compañía  te llena, porque su compañía te hace feliz, porque su compañía te realiza como persona.  Además la convivencia en pareja implica expresiones de afecto, implica cercanía, implica tacto físico. No puedo decir  que tengo una relación de pareja sana y estable, cuando ni siquiera toco a esa persona,  no, esas distancias generan vacíos, esas distancias enfrían  la relación, esas distancias no son sanas. Me gusta cuando   a pesar de la ancianidad veo algunas parejas tomadas de la mano, diciéndose: “tu compañía me gusta, me  ha gustado siempre porque me ha ayudado a ser una persona  feliz.”  No perdamos eso de vista, es urgente el tacto, es urgente  la cercanía, es urgente el sentir el calor del otro para experimenatar, a su vez,  que el amor está vivo.

Cuarta Lección.-  Para que  haya reconciliación debo tener en cuenta dos cosas: la primera, desarmar el corazón,  es decir, las ofensas que haya recibido en el pasado, los maltratos que haya recibido en el pasado,   bien saben que nos provocan barreras en la comunicación,  debemos en lo posible, sacar el odio, los sentimientos de rechazo o de venganza que tengamos,  para quedar libres, para poder escuchar; segundo, debemos acabar con las imágenes preconcebidas  que hemos acumulado o aprendido de los demás, cualquiera que estas sean, por ejemplo el infiel, el déspota, el obsesivo . Pertenezco al grupo de las personas que  creen que la gente puede cambiar, soy de los que creen que la gente puede ser distinta, puede ser mejor, eso siempre y cuando  se lo proponga. 

 En lo personal me esfuerzo cada día por ser un mejor ser humano, de la misma manera considero que las demás personas son iguales.   Algunas parejas cometen el error de grabar en su mente una imagen del otro, por lo que dijo o por lo que hizo hace algún tiempo y no dan ninguna posibilidad de  cambio a  esa imagen mental, muy a pesar de que su cónyuge  haya hecho un esfuerzo por reorientar su vida y cambiar su forma de ser.   Todos nos equivocamos algún día y el que se equivoca, tiene derecho a que se le dé una nueva oportunidad y, segundo, a creerle, sin caer en la ingenuidad. Se puede creer nuevamente pero la persona que falla  debe demostrar cambios en su comportamiento para que se merezcan nuevamente la confianza de todos.