jueves, 28 de octubre de 2010

LOS MILAGROS DE LA FE, SEGÚN LA CIENCIA.

Un grupo de científicos han descubierto que las personas que tienen una experiencia de Dios madura y consciente, tienen mayores posibilidades de recuperar su salud plenamente, después de recibir la noticia de que padecen enfermedades catastróficas, que aquellos que no profesan ninguna religión.

Los mismos investigadores; después de hacerle un seguimiento permanente a un grupo de pacientes, a quienes se les había detectado cierto tipo de cáncer, encontró que aquellos que no tenían fe, al recibir la noticia por parte los especialistas, y a pesar de las palabras esperanzadoras sobre los tratamientos a seguir, experimentaban una sensación de derrota y pérdida tan fuerte, que hacían que todas las defensas del organismo se pusiesen en el nivel más bajo, de manera que hacían prácticamente inefectivo el tratamiento y por consiguiente se aceleraba su deterioro físico, hasta provocar la muerte, incluso en tiempos inferiores a los proyectado por los médicos.

Aquellos que creían en Dios, sin embargo, después de recibir la misma noticia; aunque se desestabilizaban emocionalmente durante los primeros días; se recuperaban anímicamente más rápido porque tenían la certeza de que Dios iba a hacer el milagro de sanarlos. Los científicos determinaron que esa confianza en Dios, predisponía al organismo para asimilar mejor los tratamientos médicos, lo que garantizaba su recuperación. El estudio pudo determinar igualmente que dentro del grupo de pacientes que creían en Dios, habían unos que aceptaban el consumo de medicamentos como los medios que ponía el Señor a su alcance para recuperarse y otros que renunciaban a ellos porque creían ciegamente que Dios los sanaría, sin la intervención humana. Sin embargo, aunque se presentaban algunos casos de sanación total o de mejoría leve, los pacientes que además de creer en Dios eran disciplinados en el cumplimiento de las prescripciones médicas tenían mayores posibilidades de curarse.

Esta información que recientemente le dio la vuelta al mundo, para quienes creemos en Dios no dice nada nuevo, porque sabemos que Dios actúa todos los días en nuestra vida, pero su acción parte desde el interior del ser humano, para el resto de la humanidad, en especial, los que han dado la espalda al Señor y se refugian sólo en la ciencia, no deja de sorprenderles.

domingo, 24 de octubre de 2010

LA ORACIÓN

Uno de los elementos que caracteriza  a las personas con inquietudes espirituales es  el hacer oración.   Pero ¿qué es la oración?   La oración es ese diálogo  franco, sencillo  y directo con el Señor, en el cual  el  ser humano  pone en las manos del Creador su vida, sus necesidades, sus tristezas, sus alegrías;  confía plenamente en que El se  va a manifestar en el día a día y al mismo tiempo se compromete a hacer y aceptar la voluntad de Dios, es decir, que  al orar abrimos nuestro corazón  a tres dimensiones, la primera dimensión   es  la  entrega total de nuestras necesidades a las manos de Dios, que nos genera  la segunda  que es  la confianza en que El nos va a responder, pero al mismo tiempo nos prepara para aceptar  su voluntad, en caso de que lo que esperamos no se de, y tercero nuestro compromiso de actuar conforme  Dios espera que actuemos.  Esto  es bien importante entenderlo porque algunos se acuerdan que deben  hacer oración sólo cuando  se presentan dificultades y  se olvidan de Él  en la abundancia; otros creen que la oración es mágica y otros oran, pero su vida personal está distante del Señor.  La oración nos  debe mover al cambio, a rechazar lo malo y a acoger  todo lo bueno.

¿QUÉ ENSEÑÓ JESÚS SOBRE LA ORACIÓN?

Al leer los Evangelios encontraremos muchas escenas en las que Jesús hacía oración. Oraba por  sus discípulos, oraba para curar a los enfermos, oraba  por  la conversión de las personas,  oraba al Padre Dios por Él mismo y además enseñaba a orar. Una vez los discípulos le  pidieron   que los enseñara  a orar como Juan  enseñó a sus discípulos, (San Mateo 6, 9-13) y Jesús les dio el Padre Nuestro, el cual es como la puerta de entrada  a nuestra oración personal. En  esta oración sencilla del Padre Nuestro  realizada con fe y con una meditación profunda, podemos experimentar la presencia de Dios, en nuestras vidas, y a partir de ese instante nuestra  relación con Dios a través de la oración se hace más cercana y  más intima. Jesús insiste en que debemos estar preparados en oración porque no sabemos el día ni la hora, Mateo 25. 1 -13.  San Pablo en la carta a los Tesalonicenses 5,17 nos pide que oremos siempre.

¿CÓMO  HACER ORACIÓN?

No hay una fórmula estricta para hacer oración, lo que sí es importante tener claro que cualquier circunstancia debe ser válida para que entremos en intimidad con el Señor a través de la oración. La iglesia como  madre y maestra  nos  recomienda  orar con la Lectio Divina (oración desde la Palabra), tema que abordaremos en otra columna. Cada santo  tiene una manera particular de orar y esa oración se las enseñaba a sus discípulos. San Juan Eudes, fundador de la comunidad de los padres eudistas, por ejemplo, recomendaba utilizar la fórmula  del  ágape, es decir sugería que la oración personal y comunitaria se iniciara con un momento  de alabanzas, puede ser con cánticos  u oración de alabanza, después de alabarlo viene un segundo momento para agradecerle todas las manifestaciones de amor que tiene con cada uno de nosotros, luego un momento para adorarlo como lo que es, el Dios eterno, un momento para pedirle perdón por el mal que hemos cometido y por último  entregarle nuestras necesidades, con la certeza de que ya hemos recibido eso que requerimos, es decir,  con fe.   Jesús sólo exigía una cosa cuando hiciéramos oración, que fuésemos sinceros de corazón. Decía que cuando hiciéramos oración no fuéramos como los hipócritas que se daban golpes de pecho en público y pronunciaban fervientes discursos para que los vieran, pero su corazón estaba lejos de Dios. Esa oración no llega a Dios. Sugería que oráramos en lo  secreto y nuestro Padre que ve en lo secreto nos premia. Deseo que Dios te bendiga y te invito desde ya a que fortalezcas tu experiencia de oración.

miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS CATÓLICOS DE LA CHINA NOS ENSEÑAN A SER TESTIGOS DEL EVANGELIO


Actualmente China  tiene alrededor de mil trescientos  millones de habitantes. Es el País más poblado del mundo, y de ese gran número de personas, sólo unos pocos millones  profesan la  fe católica, que en cálculos de los expertos, no sobrepasa los doce millones de creyentes. Esta poca presencia de  nuestra experiencia de Dios, siempre ha sido reducida  por las múltiples persecuciones que se han liderado desde el Estado en contra de todos aquellos  individuos que se arriesgan a expresar públicamente su fe.  Aunque el cristianismo llegó al  País en el año 635, este fue arrancado de raíz en el año   845 de nuestra era, y a pesar de todo el esfuerzo misionero, esta presión negativa que ha ejercido el Estado se ha recrudecido en los últimos cincuenta años.

 En esta nación, le está prohibido a los sacerdotes   anunciar a Jesús fuera de los templos, y todos aquellos que se han atrevido a hacerlo lo llevan detenidos a los campos de reeducación política, proceso   que, en algunas ocasiones, ha durado hasta veinte años, como es el caso vivido por  el Obispo   Nanjin.  Es paradójico que esta situación se de en una nación que supuestamente impulsa la libertad de credos, tal y como lo promulgan a través de una campaña publicitaria a nivel mundial, pero la verdad es que esta libertad  sólo se da en el papel porque en la práctica los sacerdotes han tenido que vivir su propia pasión mientras cumplen con su misión, de anunciar a Jesús.

 El Obispo Pedro  J. Fan, por ejemplo, padeció los últimos cuarenta años de su vida,  múltiples formas de persecución  y detención, cárceles, trabajo forzado,  detención domiciliaria, condición en la que se encontraba cuando murió.  Con una paciencia extraordinaria y una actitud de servicio que jamás varió, el padre Fan, es uno de los mártires de nuestra iglesia moderna que  iluminan nuestro camino hacia la casa de nuestro padre celestial.

 Esta persecución estatal ha dado como resultado un proceso de purificación y santidad de los creyentes, quienes han asumido su papel con gallardía y con mucha responsabilidad, al punto de vivir el Evangelio de manera transparente y plena. Las personas que han aceptado el catolicismo en ese País, se han convertido en unos auténticos evangelizadores con su vida, con su capacidad de servicio y sobre todo con su capacidad de reconocer en el otro la presencia real de Dios.   Son dados a expresar su solidaridad con el otro, su amor y su alegría, al punto que en ciudades como  Nanjin,  Pekín,  y Xian,  nuestra fe  ha tenido un resurgimiento muy especial  sobre todo entre los jóvenes quienes se hastiaron de buscar su realización en el modelo de felicidad que se le estaba imponiendo desde los medios, y ahora han encontrado en la iglesia lo que buscaban para su realización como personas.

 La iglesia de este País, ha sido purificada  por el sufrimiento. El gobierno jamás dio autorización para que Juan Pablo segundo visitara esa nación,  y, estando en ese grado de desventaja,  se  convertido en una excelente misionera  por el amor con que se vive la palabra. Los católicos de la China nos enseñan la mejor manera de vivir nuestra fe.

 ¿Tendremos los católicos que ser  minoría  y  perseguidos    para que nos convirtamos en alternativa espiritual para el hombre  y la mujer  de  Latinoamérica? Creo y estoy seguro que no.  Ustedes y nosotros estamos llamados a anunciar con valentía que Jesucristo es nuestro Señor  y nuestro dueño, y la mejor manera es con nuestro testimonio de amor y servicio a los demás.