martes, 13 de agosto de 2013

JESÚS ¡QUIERO EXPERIMENTAR TU PRESENCIA EN MI VIDA!

San Marcos en el capítulo 5, versos del 24-34, nos presenta una escena hermosa. Te invito a que consigas una biblia y leas ese pasaje para que nos pongamos en sintonía  con el mensaje que quiero compartir contigo.  Se refiere a la hemorroísa, sí, se refiere a  aquella mujer que padecía desde hacía mucho tiempo de una enfermedad que  no era visible  ante  los ojos de las demás personas. Era una situación que ella llevaba por dentro, que la hacía sentir incómoda.   En una sociedad  como la de hoy en donde hay tantas personas que le gusta vivir de apariencia, es impensable que algunos se atrevan a exhibir públicamente las situaciones difíciles que viven en su intimidad. Muchos prefieren mostrar una cosa hacía afuera, aunque en su interior estén viviendo o padeciendo  todo lo contrario.  En la experiencia de fe, hay tres actitudes que deben caracteriza a la persona que busca ser bendecida o restaurada por Dios y esas actitudes las encontramos en esta mujer del Evangelio.

¿Qué fue lo primero que hizo la hemorroísa?  Reconocer que tenía un problema. Esa es la primera actitud para ser restaurados y transformados por el Señor. Ustedes y nosotros necesitamos reconocer que tenemos una situación que debemos mejorar, debemos reconocer que hay un problema, que hay una enfermedad, que hay algo que nos quita la libertad  y ese algo  puede ser restaurado.  Muchos no alcanzan a disfrutar de las bendiciones  que les tiene Dios preparada porque no son capaces de reconocer sus dificultades. Todos nosotros mis hermanos necesitamos hacer un examen interior para identificar eso que no nos permite ser libres. Puede ser el mal genio, puede ser una adicción, puede ser un problema de carácter, puede ser una dependencia. Todos, repito,  estamos llamados a descubrir eso que nos imposibilita, eso  que  nos bloquea, eso que nos impide ser mejores. Cuando tú y yo seamos capaces de descubrir eso, estaremos preparados para dar el siguiente paso.

Si continuamos abriéndonos a la pedagogía que utiliza la hemorroísa para recibir las bendiciones de Dios encontramos que el paso siguiente que da es “acercarse al Señor y lo toca.”  Ella  sabía que tenía un problema que la hacía sentir muy mal,  a pesar de ello  no buscó a un agorero, ni a un brujo o a un adivino. Nada de eso, ella se acercó a Jesús porque sabía que con sólo tocar su capa  iba a recibir lo que estaba buscando. Aunque toda la escena me gusta mucho, ésta en particular me impresiona por la certeza que tenía de que sólo  el Señor podría darle las cosas que   estaba buscando. Tenía fe, tenía seguridad en Dios, confiaba en El.  Cuanto quisiera yo tener  esa certeza que tuvo ella para buscar y beber de la única y verdadera fuente de salvación.

 La escena nos describe que Jesús al sentir la fuerza que había salido de su interior comienza a mirar a su alrededor y luego pregunta quien  lo había tocado.  Esta pregunta pareciera sin sentido porque Él esta apretujado por la gente que lo rodea y cómo preguntar eso cuando todos lo están tocando. Sin embargo  el Señor sintió la diferencia  del toque de esta mujer.  Fue un acercamiento  distinto, fue un toque distinto y fue distinto por la fe que la había impulsado a hacer eso. Al sentirse descubierta  da el tercer movimiento: “se postra delante de Jesús.”  Postrase significa reconocerlo como el único Señor, postrase significa poner en sus  manos toda su confianza, su corazón, su vida entera.  Ante este reconocimiento Jesús le dice: “tu fe te ha salvado.”  Ni siquiera le dice tu fe te ha sanado, sino que Jesús va mucho más allá, le dice : “tu fe te ha salvado.”  Cuando nosotros nos acercamos al Señor de manera sincera, cuando lo palpamos y experimentamos su presencia en nuestras vidas, el no sólo nos sana  sino que nos salva.

Oración:

Señor Jesús aumenta mi fe, permite que te reconozca como el dueño de mi vida, que me acerque a Ti de manera sincera para convertirme en una persona nueva. Amén.