San Marcos en el capítulo 5, versos del 24-34, nos presenta una escena hermosa. Te invito a que consigas
una biblia y leas ese pasaje para que nos pongamos en sintonía con el mensaje que quiero compartir contigo. Se refiere a la hemorroísa, sí, se refiere a aquella mujer que padecía desde hacía mucho
tiempo de una enfermedad que no era
visible ante los ojos de las demás personas. Era una situación
que ella llevaba por dentro, que la hacía sentir incómoda. En una sociedad como la de hoy en donde hay tantas personas
que le gusta vivir de apariencia, es impensable que algunos se atrevan a
exhibir públicamente las situaciones difíciles que viven en su intimidad. Muchos
prefieren mostrar una cosa hacía afuera, aunque en su interior estén viviendo o
padeciendo todo lo contrario. En la experiencia de fe, hay tres actitudes
que deben caracteriza a la persona que busca ser bendecida o restaurada por
Dios y esas actitudes las encontramos en esta mujer del Evangelio.
¿Qué fue lo primero que hizo
la hemorroísa? Reconocer que tenía un problema. Esa es la primera actitud para ser
restaurados y transformados por el Señor. Ustedes y nosotros necesitamos reconocer que tenemos una situación
que debemos mejorar, debemos reconocer que hay un problema, que hay una
enfermedad, que hay algo que nos quita la libertad y ese algo
puede ser restaurado. Muchos no
alcanzan a disfrutar de las bendiciones
que les tiene Dios preparada porque no son capaces de reconocer sus
dificultades. Todos nosotros mis hermanos necesitamos hacer un examen interior
para identificar eso que no nos permite ser libres. Puede ser el mal genio,
puede ser una adicción, puede ser un problema de carácter, puede ser una
dependencia. Todos, repito, estamos
llamados a descubrir eso que nos imposibilita, eso que nos
bloquea, eso que nos impide ser mejores. Cuando tú y yo seamos capaces de
descubrir eso, estaremos preparados para dar el siguiente paso.
Si continuamos abriéndonos a
la pedagogía que utiliza la hemorroísa para recibir las bendiciones de Dios
encontramos que el paso siguiente que da es “acercarse al Señor y lo toca.” Ella sabía que tenía un problema que la hacía
sentir muy mal, a pesar de ello no buscó a un agorero, ni a un brujo o a un
adivino. Nada de eso, ella se acercó a Jesús porque sabía que con sólo tocar su
capa iba a recibir lo que estaba
buscando. Aunque toda la escena me gusta mucho, ésta en particular me impresiona
por la certeza que tenía de que sólo el
Señor podría darle las cosas que estaba
buscando. Tenía fe, tenía seguridad en Dios, confiaba en El. Cuanto quisiera yo tener esa certeza que tuvo ella para buscar y beber
de la única y verdadera fuente de salvación.
La escena nos describe que Jesús al sentir la
fuerza que había salido de su interior comienza a mirar a su alrededor y luego
pregunta quien lo había tocado. Esta pregunta pareciera sin sentido porque Él
esta apretujado por la gente que lo rodea y cómo preguntar eso cuando todos lo están
tocando. Sin embargo el Señor sintió la
diferencia del toque de esta mujer. Fue un acercamiento distinto, fue un toque distinto y fue
distinto por la fe que la había impulsado a hacer eso. Al sentirse
descubierta da el tercer movimiento: “se postra delante de Jesús.” Postrase significa reconocerlo como el único
Señor, postrase significa poner en sus manos toda su confianza, su corazón, su vida
entera. Ante este reconocimiento Jesús
le dice: “tu fe te ha salvado.” Ni
siquiera le dice tu fe te ha sanado, sino que Jesús va mucho más allá, le dice
: “tu fe te ha salvado.” Cuando nosotros
nos acercamos al Señor de manera sincera, cuando lo palpamos y experimentamos
su presencia en nuestras vidas, el no sólo nos sana sino que nos salva.
Oración:
Señor Jesús aumenta mi fe,
permite que te reconozca como el dueño de mi vida, que me acerque a Ti de
manera sincera para convertirme en una persona nueva. Amén.