jueves, 7 de diciembre de 2023

HEME AQUÍ SEÑOR, ENVÍAME A MÍ

Isaías (6,1-2a.3-8) 

EL año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria. Temblaban los marcos de las puertas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: «Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».. Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado de! altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado». Entonces escuché la voz del Señor, que decía: 
«A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».. Contesté: «Aquí estoy, mándame». 

 

Una respuesta que sigue impactando al mundo.


Nos encontramos frente a un texto precioso en el que se presenta el relato de la vocación del profeta Isaías, y este expresa una experiencia profunda del profeta, que le hace tomar conciencia de su condición de enviado de Dios. En lo leído  se distinguen cuatro elementos: la manifestación grandiosa de Dios (Is,6,1-4); reconocimiento de la condición humana débil y pecadora del profeta (Is.6,5); Investidura profética (Is, 6,6-7): y misión profética (Is.6,8).

 

El pasado 1 de diciembre  celebramos los 140 años de la llegada a Colombia del primer eudista, en atención a una solicitud del Santo Padre León III, de venir a una misión especifica a América del sur, esa responsabilidad profética y también histórica para nuestra Congregación le correspondió al padre Teodoro Hamón, sacerdote francés. En nuestra comunidad local propusimos este texto en el que se hace el relato de la vocación de Isaías porque vimos reflejaba el proceso de envío del padre Teodoro Hamón a Colombia, quien pese a la fragilidad física producida por su avanzada edad y el hecho de tener enfrentarse a territorios desconocidos y a múltiples enfermedades, fue capaz de decir: heme aquí Señor, envíame a mí. Para entonces ya el padre Ángel Doré, superior de la Congregación, le había respondido al Santo Padre León III en estos términos, “Ardua y grande es la empresa, nosotros, pequeños y débiles... Dios es el que estará con nosotros. fue después cuando le escribió al padre Teodoro, “habló el Papa, tenemos que obedecerle 


Así como sucedió con el profeta Isaías y con el padre Teodoro Hamon que el Señor nos ayude a reconocer que hemos sido elegidos y enviados por Él a cumplir una misión, y aunque nos veamos frágiles y pequeños reconozcamos que  Él está con nosotros para que su nombre sea glorificado desde nuestra condición humana. 

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