Durante el reciente viaje que hice a Egipto e Israel, quedé impactado por muchas cosas que se las comentaré con el transcurrir de las próximas semanas. Concretamente de Egipto, que entre otras cosas deriva sus ingresos básicamente del turismo y de los impuestos que cancelan los administradores de los buques que pasan por el canal del Suez, me llamaron la atención tres cosas muy especiales, primero la aridez de sus paisajes. El 80% del territorio de ese País es desierto, hay tierra, polvo y arena por todas partes, tanto es así que el color de las edificaciones se confunde con el color de la tierra, salvo algunas excepciones como Alejandría, a la orilla del mar Mediterráneo y la parte de la ciudad moderna del Cairo, que parecen ciudades de Occidente. De ahí en adelante prima el color marrón tierra.
Segundo, me impactó la relación íntima de los beduinos con ese desierto. Los beduinos, que son comunidades nómadas y pastoriles, han construido bohíos en piedra o en piel de camello en las montañas y algunas explanadas, que mitigan las altas temperaturas durante el día y el frío durante las noches. Estos bohíos carecen de energía eléctrica y de los demás servicios básicos. El agua para el consumo y la preparación de los alimentos, así como la atención de los ancianos y enfermos es responsabilidad de las mujeres, esta deben subirla a hombro o en camello desde los pozos construidos en las áreas bajas. Los hombres de las comunidades beduinas se dedican al pastoreo, algunos se arriesgan a la agricultura, en los territorios húmedos, que son muy escasos. El trabajo asalariado es una vergüenza.
La tercera cosa que me impactó de Egipto, es la veneración que sus habitantes le profesan al río Nilo. Este atraviesa el país de sur a norte y es la única fuente hídrica de la nación. La zona verde y cultivable del País está a lado y lado del Nilo en una superficie no superior a dos o tres kilómetros a lo largo del recorrido. Esta franja para ellos es el paraíso verde, porque es allí en la que cultivan. Es increíble que este pequeño territorio, a la orilla del Nilo, se concentre la zona cultivable que surte de alimentos a toda la población y una pequeña parte se dedica a la exportación. A pesar de que Egipto hoy pertenece a los países tercermundistas, cada pedazo de tierra cultivable es un tesoro deseado por todos porque es fuente de vida y de recursos por eso lo defienden y lo explotan al máximo para saciar sus necesidades. Llama la atención que a pesar de la extensión recorrida las aguas del Nilo son cristalinas porque todos ayudan a conservarlo incontaminado.
Al regresar a mi País y ver que más del 90 % de nuestras tierras son aptas para el cultivos, pero que son subutilizadas porque no hay quien las trabaje o porque están en manos de corruptos y de terratenientes, mientras en las zonas periféricas de la ciudades se muere la gente de hambre, quedo con la sensación de que la mayoría de los latinoamericanos no sabemos la riqueza que se concentra en nuestros campos. Desde estas líneas quiero animar a todos para que volvamos nuestros ojos a estas zonas, esforcemos porque las familias campesinas se formen en finanzas y en el manejo de tecnologías y abonos que hagan más productivo su trabajo. El día en que volvamos los ojos al campo se acabará la miseria del País y todos viviremos en paz.
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