Los cristianos que vivimos nuestra fe somos incómodos para muchos que están al frente del poder político, al frente de las grandes empresas, o al frente de procesos y de grupos humanos.
¿Sabes porque somos incómodos para ellos?
Por una razón, un buen cristiano denuncia las injusticas, un buen cristiano no se queda callado cuando descubre que el patrón maltrata a sus trabajadores, cuando descubre que no les paga un salario justo, cuando utiliza la explotación como herramienta para enriquecer a unos pocos a costa de la pobreza, del hambre y de la miseria de la mayoría. Los cristianos somos incómodos porque no somos capaces de quedarnos callados cuando vemos que algunos aprovechan cualquier importunidad para robar y apropiarse de lo que no les pertenece, cuando utiliza la mentira y la trampa como estrategia para beneficiarse. Los cristianos somos incómodos porque rechazamos la pasividad, porque invitamos al cambio, a la transformación, porque animamos a los que sufren a que rompan con el yugo y se levanten en protesta por el sometimiento y por la búsqueda de su liberación. Los cristianos somos incómodos para ellos, porque defendemos la verdad y porque nos esforzamos por vivir en ella. Los cristianos somos incómodos porque a pesar de la opresión oramos y alabamos al Dios eterno, porque somos capaces de creer cuando ya no hay ninguna esperanza, porque somos capaces de abandonarnos en las manos de Dios cuando la ciencia y la sabiduría del hombre ya no son suficientes para garantizar la prosperidad y la paz. Los cristianos somos incómodos porque tenemos fe en que todo puede ser mejor. A pesar de todo eso, prefiero ser cristiano y no sumergirme en el pecado que causa muerte y destrucción.
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