Me cuesta aceptar que a pesar de los avances de la ciencia y la facilidad de acceso a la información, todavía haya personas que crean en aseguranzas, brujería y santería.
Me cuesta aceptar la terquedad de quienes imponen sus ideas aunque a la vista de todos estén equivocadas.
Me cuesta aceptar a quienes hablan todo el tiempo pero no les gusta escuchar.
Me cuesta aceptar a quienes entregan su voto a cambio de una botella de licor, dinero o una lámina de zinc.
Me cuesta aceptar que haya gente que por la avaricia se apropie de lo que no le pertenece y aún más prefiera romper relaciones con su familia por quedarse con lo que pertenece a todos.
Me cuesta aceptar que no se entienda que a este mundo llegamos sin nada y sin nada partiremos.
Me cuesta aceptar la pasividad, la indiferencia, la corrupción y la injusticia.
Me cuesta aceptar la pasividad de quienes sabiendo lo que hay que hacer prefieran dejar todo para después.
Me cuesta aceptar que haya familias que marginen a sus ancianos.
Me cuesta aceptar a quienes traen hijos a este mundo y no asumen la responsabilidad de hacerlos personas de bien.
Me cuesta aceptar que haya personas que atenten contra su salud y su vida a través del consumo de droga y otras sustancias perjudiciales para su salud.
Me cuesta acepar la pereza.
Me cuesta aceptar el engaño, la traición y la mentira.
Me cuesta aceptar a los líderes religiosos que se refieren a los fieles como las ovejas a las que se debe decir lo que deben hacer, cuando lo cierto es que las personas son creyentes pensantes, no seres irracionales.
Me cuesta acepar a quienes ponen cargas a sobre los hombros de los demás, pero no recorren un metro con esta.
Me cuesta aceptar que se utilice la religión para dividir a los pueblos cuando Dios es uno solo.
Me cuesta aceptar a los obispos que se casan con una línea espiritual o movimiento apostólico, cuando hay tanta riqueza en la iglesia.
Me cuesta aceptar a quienes son cercanos y amables cuando necesitan algo de nosotros.
Me cuesta aceptar a quienes quieren crecer sobre las cenizas de los demás.
Me cuesta aceptar que haya humanos que se resista a la posibilidad de abrir el corazón a una experiencia de fe.
A pesar de que me cuesta aceptar tantos comportamientos, soy consciente de que también asumo posiciones que no son aceptadas por los demás, por fortuna vivimos en una sociedad libre y para poder coexistir contamos con la justicia cuando los derechos de los demás sean violentados y cuando no se atente contra el otro hay que tolerarlos.
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