El
maltrato y el abuso sexual al interior de las relaciones de pareja son temas del
que muy pocas veces hablan las personas afectada de manera franca, y libre con la familia, o con los amigos, sin
embargo es una realidad que no se puede
tapar con las manos. En la nota
descriptiva 239, publicada en la página
de internet de La Organización Mundial de la salud, se reveló
que una de cada cinco mujeres pueden
sufrir violencia sexual de parte de su
compañero sexual, a lo largo de la vida. Estas cifras pueden ser más altas en
las sociedades patriarcales y en las que se admiten la poligamia, y se
reduce en los países en donde hay mayor
defensa y promoción de las libertades individuales. En Estados unidos es el País en donde las mujeres se atreven a
denunciar con mayor frecuencia los abusos cometidos sin el consentimiento de la pareja, la cifra se ubica
en este sentido en un 3%, sin embargo, en ese País se calcula que por cada persona que denuncia,
hay unas 3 que prefieren guardar
silencio. En América Latina esa cifra es mayor, se concluye que de cada 3 que denuncian 9 prefieren callar, es decir,
que si nos acogemos a estas cifras, de
cada 100 mujeres por lo menos 27 padecen o han padecido algún tipo de violencia
sexual de parte de sus esposos, alguna vez en la vida, siendo México uno de los
países más afectados a nivel de América
Latina. En
mismo boletín de la OMS referido a la salud de la mujer y la violencia doméstica
contra la mujer (WHO multi-country study on women’s
health and domestic violence against women) realizado
en 10 países, se observó que muchas
mujeres refirieron que su primera experiencia sexual había sido forzada (24% en
el Perú rural, 28% en Tanzania, 30% en el Bangladesh rural, y 40% en Sudáfrica.”
Dentro de las relaciones matrimoniales, la violencia sexual, se manifiesta a través del chantaje, utilizando para ello el dinero, el miedo y el poder con el ofrecimiento de mejores posibilidades
de realizarse como persona y como
profesional y cualquier tipo de manipulación para obtener placer sexual sin el consentimiento de la pareja, el uso de la fuerza física, la
manipulación, además de la agresión física utilizando órganos
sexuales, el acoso sexual, incluyendo la humillación y el impedimentito de adoptar medidas de protección contra
enfermedades de transmisión sexual, o inspecciones para comprobar si ha sido abusada, entre otros.
Expertos han coincidido en identificar algunos
comportamientos como característicos de
los hombres que abusan sexualmente de sus propias parejas, entre los
que sobresalen los siguientes:
cuentan chistes machistas referidos a ellas,
denigran de las capacidad de las mujeres, las consideran sólo como objetos sexuales, irrespetan o subvaloran
los sentimientos y necesidades sexuales de su pareja, critican su pareja por sus reacciones durante el acto sexual, se burlan de las reacciones y del cuerpo de su pareja, insisten en tocar
de manera inapropiada a su pareja, aun en contra de su voluntad, se refieren a
su pareja con términos soeces, quieren y piden tener sexo aunque ella se
encuentre enferma, son promiscuos, en sus conversaciones animan a sus amigos y conocidos a ver contenidos sexuales,
o someter a tener relaciones sexuales con varias personas, o en su defecto después de consumar el acto las maltratan físicamente.
Esposas
que llevan una aparente vida de pareja sanas, al ser consultadas
sobre este tema, manifiestan que el
negarse a tener sexo con su esposo, en
algunas ocasiones, les ha generado conflictos, hasta el extremo de recibir
maltrato físico y al mismo tiempo el ser señaladas como infieles, falta de lívidos o mujeres inservibles, como si el acto sexual fuera lo
único que definiera el valor de la persona. Ante estas situaciones las mujeres
prefieren permanecer en silencio por temor a aumentar la violencia, por
vergüenza, porque no les crean, o
simplemente para no deterior la imagen
que se ha proyectado de la relación ante sus familiares. Amigos y ante
el resto de la sociedad.
Considero que estos actos no deben ser
tolerados por ninguna mujer. Su cuerpo es sagrado, la mujer es libre de decidir aspectos sobre su cuerpo, y bajo ninguna
circunstancia le está permitido al hombre
utilizarla como un objeto de satisfacción personal. Aunque la violencia sexual no tiene clase
social, porque el problema es común para las mujeres, de clases sociales
altas, sí hay algunos factores de
riesgo que aumentan la posibilidad de que las mujeres sean
mayormente violentadas en su intimidad, entre los que se destacan
los siguientes.
Hay algunos tipos de
violencia sexual que quieren mostrarse como más sutiles, pero al fin de
cuentas es violencia sexual y hay que considerarlos como tal, y es aquella que
se presenta en la pareja después del nacimiento de un bebe, por ejemplo. Es
bien sabido que cuando un bebé nace, se
presentan por ejemplo cambios notorios en las rutinas de la mujer, su responsabilidad aumenta hasta
más de
un cien por ciento, no sólo porque deberá seguir desempeñando su papel
de esposa, sino además debe dedicarle
tiempo al cuidado de la nueva vida. Esto
provoca que su cuerpo se debilite y estrese, y la consiguiente disminución en
sus deseos de propiciar o permitir
encuentros sexuales.
El hombre por su
lado, pocas veces se compromete en
alterar su rutina, es más en
algunos casos esta se mantienen, es
decir, es inalterables aún después de que nacen sus hijos, para colmo no sufren los desgastes físicos
que provoca el parto, la lactancia, el
mantenimiento diario de la salud de la nueva criatura. No desea desacomodarse y en muchos casos asume el papel de víctima cuando su
pareja no acepta tener sexo. Mientras el hombre desea sexo con la misma intensidad de siempre
mientras la esposa implora descanso. Puede que ella no llegue a rechazarlo, pero la frecuencia
de sus deseos sexuales disminuye. A su vez, él, insatisfecho, quiere más y más,
comenzando así, un proceso de insinuaciones recurrentes en el que se busca la oportunidad para lograrlo hasta que la
mujer termina cediendo, aun en contra de
su voluntad. Esto es maltrato sexual hacia la pareja. Cabe precisar entonces que toda práctica sexual,
debe hacerse entre personas conscientes,
adultas, y ha de consumarse en
plena libertad y con el deseo de propiciar el goce y el disfrute mutuo, que
nace del contacto amoroso entre dos
personas que se aman, se desean y disfrutan el estar juntos. Cuando un encuentro se sale de este marco,
hay una desviación que se debe corregir.
A partir de lo que hemos señalado es pertinente reiterar y precisar que conductas pueden ser tipificadas como violencia sexual
en contra de las mujeres, y tenemos las
siguientes:
Todo
acto sexual que incluya violencia y uso
de la fuerza física para doblegar al otro es violencia sexual.
Es
violencia sexual insinuar o tener sexo sin que haya placer para ambos.
Siempre
que se tenga una relación sexual no deseada, ha ocurrido una violación.
Los
encuentros sexuales no deben ser realizados a cambio de una
contraprestación, ni por
miedo. Esto constituye violencia
sexual.
El
acto sexual que incomode, que maltrate, degrade o desagrade al individuo es violencia sexual.
Aunque las relaciones sexuales no deben constituirse en la
principal motivación para la convivencia en pareja, sí es uno de los factores
que, cuando se viven de manera plena
entre los esposos, genera estabilidad, confianza, armonía y deseos de
seguir juntos, incluso hasta la ancianidad, por ello merece toda nuestra atención.