viernes, 23 de marzo de 2012

VIOLENCIA SEXUAL AL INTERIOR DEL MATRIMONIO (Primera parte)


El maltrato y el abuso sexual al interior de las relaciones de pareja son temas del que muy pocas veces  hablan  las personas afectada  de manera franca, y  libre con la familia, o con los amigos, sin embargo es una realidad  que no se puede tapar con las manos.  En la nota descriptiva 239,  publicada en la página de internet  de  La Organización Mundial de la salud, se reveló que una de  cada cinco mujeres pueden sufrir  violencia sexual de parte de su compañero sexual, a lo largo de la vida. Estas cifras pueden ser más altas en las sociedades patriarcales y en las que se admiten la poligamia, y se reduce  en los países en donde hay mayor defensa y promoción de las libertades individuales.  En Estados unidos  es el País en donde las mujeres se atreven a denunciar con mayor frecuencia los abusos cometidos sin el consentimiento de la pareja, la cifra se ubica en este sentido en un 3%, sin embargo, en ese País  se calcula que por cada persona que denuncia, hay unas  3 que prefieren guardar silencio. En América Latina esa cifra es mayor, se concluye que de cada 3  que denuncian 9 prefieren callar, es decir, que si nos acogemos a estas cifras,  de cada 100 mujeres por lo menos 27 padecen o han padecido algún tipo de violencia sexual de parte de sus esposos, alguna vez en la vida, siendo México uno de los países  más afectados a nivel de América Latina. En mismo boletín   de la OMS referido a  la salud de la mujer y la violencia doméstica contra la mujer (WHO multi-country study on women’s health and domestic violence against women) realizado en 10 países,  se observó que muchas mujeres refirieron que su primera experiencia sexual había sido forzada (24% en el Perú rural, 28% en Tanzania, 30% en el Bangladesh rural, y 40% en Sudáfrica.”

Dentro de las relaciones matrimoniales,  la violencia sexual, se manifiesta a  través del chantaje, utilizando  para ello el dinero, el miedo y el poder con el ofrecimiento de mejores posibilidades de  realizarse como persona y como profesional y cualquier tipo de manipulación para obtener placer sexual  sin el consentimiento de la pareja,  el uso de la fuerza física, la manipulación,   además de  la agresión física utilizando órganos sexuales, el acoso sexual, incluyendo la humillación y el impedimentito  de adoptar medidas de protección contra enfermedades de transmisión sexual, o inspecciones para comprobar  si ha sido abusada, entre otros.

Expertos han coincidido en identificar algunos comportamientos  como característicos de los hombres  que abusan  sexualmente de sus propias parejas, entre los que sobresalen los siguientes:

 cuentan chistes machistas referidos a ellas, denigran de las capacidad   de  las mujeres, las consideran sólo  como objetos sexuales, irrespetan o subvaloran los sentimientos y necesidades sexuales de su pareja, critican su pareja por sus  reacciones durante el acto sexual,  se burlan de las reacciones  y del cuerpo de su pareja, insisten en tocar de manera inapropiada a su pareja, aun en contra de su voluntad, se refieren a su pareja con términos soeces, quieren y piden tener sexo aunque ella se encuentre enferma, son promiscuos, en sus conversaciones animan  a sus amigos y conocidos a ver contenidos  sexuales,  o someter a tener relaciones sexuales con varias personas, o en su  defecto después de consumar   el acto las maltratan físicamente. 

Esposas  que llevan una aparente vida de pareja sanas, al ser consultadas sobre  este tema, manifiestan que el negarse a  tener sexo con su esposo, en algunas ocasiones, les ha generado conflictos, hasta el extremo de recibir maltrato físico y al mismo tiempo el ser señaladas como infieles,   falta de lívidos o mujeres  inservibles, como si el acto sexual fuera lo único que definiera el valor de la persona. Ante estas situaciones las mujeres prefieren permanecer en silencio por temor a aumentar la violencia, por vergüenza, porque no les crean,  o simplemente para no deterior la imagen  que se ha proyectado de la relación ante sus familiares. Amigos y ante el resto de la sociedad.

Considero que estos actos no deben ser tolerados por ninguna mujer. Su cuerpo es sagrado,  la mujer es libre de decidir  aspectos sobre su cuerpo, y bajo ninguna circunstancia le está permitido al hombre  utilizarla como un objeto de satisfacción personal. Aunque la violencia sexual no tiene clase social, porque el problema es común para las mujeres, de clases sociales altas,  sí hay algunos factores  de  riesgo que aumentan la posibilidad de que las mujeres sean mayormente  violentadas  en su intimidad, entre los que se destacan los siguientes.

Hay algunos tipos de  violencia sexual que quieren mostrarse como más sutiles, pero al fin de cuentas es violencia sexual y hay que considerarlos como tal, y es aquella que se presenta en la pareja después del nacimiento de un bebe, por ejemplo. Es bien sabido  que cuando un bebé nace, se presentan por ejemplo cambios notorios en las rutinas de la  mujer, su responsabilidad aumenta hasta más  de  un cien por ciento, no sólo porque deberá seguir desempeñando su papel de esposa, sino además  debe dedicarle tiempo al  cuidado de la nueva vida. Esto provoca que su cuerpo se debilite y estrese, y la consiguiente disminución en sus deseos de propiciar o permitir  encuentros sexuales.

El hombre  por su lado, pocas veces  se compromete en alterar  su rutina, es más en algunos  casos esta se mantienen, es decir, es  inalterables  aún después de que nacen sus hijos,  para colmo no sufren los desgastes físicos que provoca el parto,  la lactancia, el mantenimiento diario de la salud de la nueva criatura. No desea  desacomodarse y en muchos casos  asume el papel de víctima cuando su pareja  no acepta  tener sexo. Mientras el hombre  desea sexo con la misma intensidad de siempre mientras la esposa implora descanso. Puede que ella no llegue a rechazarlo, pero la frecuencia de sus deseos sexuales disminuye. A su vez, él, insatisfecho, quiere más y más, comenzando así, un proceso de  insinuaciones recurrentes  en el que se busca  la oportunidad para lograrlo hasta que la mujer  termina cediendo, aun en contra de su voluntad.  Esto es maltrato  sexual hacia la pareja.    Cabe precisar entonces que toda práctica sexual, debe hacerse entre personas conscientes,  adultas, y   ha de consumarse en plena libertad y con el deseo de propiciar el goce y el disfrute mutuo, que nace  del contacto amoroso entre dos personas que se aman, se desean y disfrutan el estar juntos.  Cuando un encuentro se sale de este marco, hay una desviación  que se debe corregir. A partir de lo que hemos señalado es pertinente reiterar   y precisar que conductas  pueden ser tipificadas como violencia sexual en contra de las mujeres, y tenemos  las siguientes:

Todo acto sexual que incluya violencia  y uso de la fuerza física para doblegar al otro es violencia sexual.


Es violencia sexual  insinuar  o tener sexo  sin que  haya placer para ambos.


Siempre que se tenga una relación sexual no deseada, ha ocurrido una violación.


Los encuentros sexuales   no  deben ser realizados a cambio de una contraprestación,  ni  por  miedo. Esto constituye  violencia sexual.


El acto sexual que incomode, que maltrate, degrade o  desagrade al individuo es violencia sexual.


Aunque las relaciones sexuales no deben constituirse en la principal motivación para la convivencia en pareja, sí es uno de los factores que, cuando se  viven de manera plena entre los esposos, genera estabilidad, confianza,  armonía y deseos  de  seguir juntos, incluso hasta la ancianidad, por ello merece toda nuestra atención.

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