Cuando una persona en la que hemos depositado nuestra confianza nos traiciona, son muchos los pensamientos negativos que afloran en nuestro interior. Estos pensamientos negativos son mayores cuando la traición es afectiva o simplemente cuando la persona que nos ha fallado, nos causa pérdidas económicas o cuando su comportamiento hace poner en duda nuestra honestidad y credibilidad delante de nuestros amigos, familiares y compañeros de trabajo. A pesar de que soy un hombre de fe, en las últimas semanas de este año que culmina me dejé contaminar por algunos pensamientos no tan sanos en contra de una persona que me hizo mucho daño no solo a mí, sino a mi empresa y a mis compañeros de trabajo.
Alguien a quien recomendé para que ingresara a trabajar con nosotros, por su liderazgo, su organización, su aparente espiritualidad y sentido de pertenencia a la empresa y que ocuparía un cargo administrativo, resultó ser un ladrón, un lobo disfrazado de cordero. Desde cuando ingresó y durante más de un año estuvo haciendo un robo continuado, que bueno, como todo aquello que se hace en la oscuridad, fue descubierto y puesto a la luz pública y ante la justicia para que pague las consecuencias de su delito. El monto de lo robado no importa, pero sí fue lo suficiente como para poner en riesgo la obra.
¿Cómo puede alguien aparentar una cosa y ser en realidad otra? ¿Cómo puede alguien, en aras de saciar su apetito económico, pisotear la confianza, la amistad, y sobretodo burlarse de la fe de quienes le rodean? Sobre todo ¿Cómo puede a alguien no importarle el terrible mal que causa su comportamiento, y se empecina tercamente en seguir actuando de esa manera irresponsable? Muchas veces me he hecho estas preguntas y en realidad no he encontrado respuestas. Tal vez algún sicólogo me dirá que es el resultado de una mente enferma y perversa. Dirá que, quien así actúa, no tiene la culpa porque ha sido formado y educado en un ambiente mal sano y simplemente lo que está haciendo es replicar un comportamiento aprendido. A pesar de esas explicaciones que me puedan dar los expertos no las acepto porque Dios nos ha hecho seres humanos inteligentes, capaces de discernir y de anticiparnos en la comprensión e identificación de las consecuencias de nuestros actos. Quien actúa equivocadamente sabe que tarde o temprano va a ser descubierto, va a caer, y sus equivocaciones serán pregonadas a los cuatro vientos. Lo peor que puede pasar es que además de obrar mal, la persona sea cínica, es decir que sabiendo que ha quedado en evidencia sus actitudes, quiera seguirse mostrando como alguien pulcro, y buena gente.
Como está terminando el año 2.011 me hice el propósito de no permitir que esta experiencia negativa que he vivido trunque mis proyectos para el próximo año. Esto, que fue muy negativo, quedará en el pasado y pensaré en las bendiciones que conquistaré en el próximo año, trabajaré, lucharé por ser mejor y por alcanzar mis metas personales. El padre Alberto Linero en su Eucaristía de fin de año dijo que es necesario “cerrar el círculo”, es decir, dejar atrás lo malo del 2011 y al mismo tiempo abrir un “nuevo círculo” para conquistar nuevas metas y nuevos proyectos en el 2.012, y para eso nos sugirió primero, volver a Soñar, es decir, a tener nuevas aspiraciones, segundo nos invitó a comprometernos para hacer realidad esos sueños y tercero nos invitó a volver a creer en los demás. Hay que creer porque hay mucha gente buena, honesta, trabajadora y que nos pueden apoyar en los proyectos que emprendamos. Sueña, comprométete y cree en los otros porque lo mejor está por venir. Yo asumí ese reto y confío que usted que lee esta columna también tenga claro que el nuevo año a ser mejor, ¿sabe por qué va a ser mejor? Porque usted no está sólo, además de los talentos que tiene cuenta con el respaldo de Dios. Bendiciones.