miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS CATÓLICOS DE LA CHINA NOS ENSEÑAN A SER TESTIGOS DEL EVANGELIO


Actualmente China  tiene alrededor de mil trescientos  millones de habitantes. Es el País más poblado del mundo, y de ese gran número de personas, sólo unos pocos millones  profesan la  fe católica, que en cálculos de los expertos, no sobrepasa los doce millones de creyentes. Esta poca presencia de  nuestra experiencia de Dios, siempre ha sido reducida  por las múltiples persecuciones que se han liderado desde el Estado en contra de todos aquellos  individuos que se arriesgan a expresar públicamente su fe.  Aunque el cristianismo llegó al  País en el año 635, este fue arrancado de raíz en el año   845 de nuestra era, y a pesar de todo el esfuerzo misionero, esta presión negativa que ha ejercido el Estado se ha recrudecido en los últimos cincuenta años.

 En esta nación, le está prohibido a los sacerdotes   anunciar a Jesús fuera de los templos, y todos aquellos que se han atrevido a hacerlo lo llevan detenidos a los campos de reeducación política, proceso   que, en algunas ocasiones, ha durado hasta veinte años, como es el caso vivido por  el Obispo   Nanjin.  Es paradójico que esta situación se de en una nación que supuestamente impulsa la libertad de credos, tal y como lo promulgan a través de una campaña publicitaria a nivel mundial, pero la verdad es que esta libertad  sólo se da en el papel porque en la práctica los sacerdotes han tenido que vivir su propia pasión mientras cumplen con su misión, de anunciar a Jesús.

 El Obispo Pedro  J. Fan, por ejemplo, padeció los últimos cuarenta años de su vida,  múltiples formas de persecución  y detención, cárceles, trabajo forzado,  detención domiciliaria, condición en la que se encontraba cuando murió.  Con una paciencia extraordinaria y una actitud de servicio que jamás varió, el padre Fan, es uno de los mártires de nuestra iglesia moderna que  iluminan nuestro camino hacia la casa de nuestro padre celestial.

 Esta persecución estatal ha dado como resultado un proceso de purificación y santidad de los creyentes, quienes han asumido su papel con gallardía y con mucha responsabilidad, al punto de vivir el Evangelio de manera transparente y plena. Las personas que han aceptado el catolicismo en ese País, se han convertido en unos auténticos evangelizadores con su vida, con su capacidad de servicio y sobre todo con su capacidad de reconocer en el otro la presencia real de Dios.   Son dados a expresar su solidaridad con el otro, su amor y su alegría, al punto que en ciudades como  Nanjin,  Pekín,  y Xian,  nuestra fe  ha tenido un resurgimiento muy especial  sobre todo entre los jóvenes quienes se hastiaron de buscar su realización en el modelo de felicidad que se le estaba imponiendo desde los medios, y ahora han encontrado en la iglesia lo que buscaban para su realización como personas.

 La iglesia de este País, ha sido purificada  por el sufrimiento. El gobierno jamás dio autorización para que Juan Pablo segundo visitara esa nación,  y, estando en ese grado de desventaja,  se  convertido en una excelente misionera  por el amor con que se vive la palabra. Los católicos de la China nos enseñan la mejor manera de vivir nuestra fe.

 ¿Tendremos los católicos que ser  minoría  y  perseguidos    para que nos convirtamos en alternativa espiritual para el hombre  y la mujer  de  Latinoamérica? Creo y estoy seguro que no.  Ustedes y nosotros estamos llamados a anunciar con valentía que Jesucristo es nuestro Señor  y nuestro dueño, y la mejor manera es con nuestro testimonio de amor y servicio a los demás.

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