No llore porque el llanto es sólo para las mujeres y para los hombres cobardes. En los ambientes en los que crecimos
muchas de las personas que nacimos en la década de los 60 ó 70 del siglo
pasado, escuchamos esa frase, es más no sólo la escuchamos cuando se la decían a
los otros niños y adolescentes de la época
cuando estos dejaban rodar lágrimas por sus mejillas, sino que también eran
dirigidas a nosotros, cuando, por cualquier circunstancia, nos atrevíamos a
llorar. Se nos metió en la mente, diría más bien, se nos grabó en la mente esa
frase: el llanto es para mujeres y para hombres cobardes. Por lo tanto,
crecimos pensando que quien llora es una
persona débil y al débil todo mundo se
la monta, crecimos creyendo que no
podemos darnos el lujo de llorar delante
de nadie y en ninguna circunstancia a menos que se haya muerto un ser querido. De
ahí en adelante, no se debe llorar.
Por fortuna cada día más la sociedad ha tomado
conciencia que el llanto NO expresa debilidad en el individuo, al
contrario, es la expresión natural frente a una situación que provoque a la
persona un estado emotivo fuerte. El llanto puede ser provocado por situaciones
de intenso dolor físico ó por estados emotivos intensos de alegría o tristeza.
Contrario a lo
que se ha querido i poner por la presión social, la palabra del Señor, presenta
múltiples situaciones en las hay personas llorando y Dios se compadece de
ellos, así como se puede compadecer de ti en
este día.
Dice la Palabra de Dios: “ni un pajarillo cae a tierra sin que el padre
de Dios y padre de ustedes lo permita.” Mateo
10,29.
Cuando Agar alzó su voz en
el desierto de Beerseba, Dios fue a su encuentro (Génesis 21,17). Cuando Ana
lloró amargamente fuera del templo del Señor, Dios lo notó y se acordó de ella
(1 Samuel 1,10, 17). Cuando
David se cansó de gemir, Dios no se cansó de escucharlo (Salmos 6,6–9).
El Señor, Consuela a su pueblo, en la adversidad El lo ayuda y en el
llanto Él enjuga tus lágrimas. Él recoge todas nuestras lágrimas y las pone en
su libro (Salmos 56, 9). Como una madre sentada junto al lecho de su hijo
enfermo, Dios se fija en cada suspiro de malestar y dolor. Puede que tu
angustia haya pasado inadvertida para otros, pero ni por un momento ha escapado
a la atención del Dios que no duerme porque cuida de ti (Salmos 121,4).
Así como Dios le dijo al
rey Ezequías, le dice a cada uno de sus hijos: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas” (2 Reyes 20,5,).
El llorar en los caminos de
fe, denota la realidad un corazón quebrantado y dice la Palabra que
un corazón quebrantado el Señor no lo desprecia. Pero además de tocar el
corazón de Dios, las lágrimas contribuyen a lavar el corazón, a despejar la
mente y para quitar un peso muy grande al cuerpo de la persona afligida.
Por todo lo anterior no te cohíbas
de llorar, al contrario llora, saca ese nudo que tienes en la garganta y pídele
a Dios que te llene de su fuerza y de su amor. Seguro que por su infinita misericordia vas a
recibir.
OREMOS
Permite Señor que estas
lágrimas despejen mi mente, fortalezcan mi espíritu y me unan más a Ti. Amén.