lunes, 18 de febrero de 2013

SANACIÓN EN LAS RELACIONES DE PAREJA


¿Cómo puede una persona  renunciar a la posibilidad de ser  feliz sólo por sostener la seguridad que da el dinero? ¿Es posible seguir hablándose de relación de pareja en aquellos actos de convivencia donde no se comunican afecto? ¿Es  posible hacer revivir el amor en relaciones desérticas como éstas?  ¿Qué madurez refleja una pareja que  evidencie  ante  particulares  sus crisis, pero al mismo tiempo sigan viviendo juntos sin que quieran tomar la iniciativa para  que  su relación mejore?  ¿Qué complicaciones sicológicas serias  podría provocar el aferrarme a permanecer al lado de alguien por el que no siento ningún afecto, solo por la necesidad de  mostrar a la sociedad que  se fue capaz de mantener un  matrimonio durante toda la vida, aunque en la intimidad el matrimonio sea un fracaso?

Cuando hablamos de sanación en las relaciones de pareja nos referimos  a la necesidad    de que quienes  comparten  una relación de noviazgo o una relación matrimonial,  de manera consciente, a través de procesos  de autoayuda o a través del acompañamiento terapéutico, sicológico y espiritual sean capaces de  sacar de  su interior aquellos sentimientos  de  miedo, de rencor o de odio que han sido  guardados   allí como consecuencia de algún maltrato u ofensa  recibidos en años anteriores por su pareja o por  otra persona  y que, sin proponérselo, afectan su relación en el presente, en la   medida que no les  permite  entregarse de manera plena al goce, al disfrute  de la compañía de su pareja.

Algunos podrían pensar como esta señora,  que no tiene sentido gastar  nuestra vida al lado de alguien con quien no nos entendamos, con alguien  que más que amor  y deseos de estar a su lado,  genera  rechazo, y sentimientos internos  de odio o de hastío.    Si has pensado esto, tengo que decir que sí es necesario  porque si en tu parte inconsciente llevas heridas, llevas recuerdos tristes, llevas  maltratos y rencores sin sanar, aunque rompas una relación e inicies una nueva, estos sentimientos acumulados o guardados en tu interior, si no son procesados de manera consciente,  volverán a salir  y  afectará tu nueva relación, eso no es un secreto.

Hablamos de sanación en las relaciones de pareja porque hemos causado heridas y nos han causado heridas  que, sin proponérnoslo, han terminado  marcando nuestras actuaciones y, sobre todo, nuestras relaciones interpersonales, y de manera especial nuestra relación de pareja.  Según se desprende de los conceptos plantados por Jerome S. Bruner en su libro,  El proceso mental en el aprendizaje, la mente es como un globo que acumula  información, modelos de comportamientos, frustraciones, sensaciones de  vacíos, escasez, abandono, miedos   que,  con el paso  de los años,  las adaptamos a las nuevas experiencias  que se viven, potencializamos o aumentamos algunos comportamientos positivos o negativos, los cuales están determinados por los tipos de nuevas relaciones que se establezcamos  en el medio.[1]   Por ello, debemos ser conscientes de esas realidades  para evitar dañar a los demás.

Conocemos  personas  para quienes  ha sido muy difícil construir una relación de pareja estable, y por pensar  que el problema es del otro, termina  perdiendo la vida  buscando aquí o allá  cuando en realidad el proceso es interno y por eso hay que tratarlo.  El padre Alberto Linero en su libro Cambia de relación, no de pareja, está invitando a eso, a reconocer que  la solución no es la separación siempre, hay que indagar, hay que escudriñar en nuestro interior y encontrar las causas de los conflictos en nuestro interior, una vez descubiertos, dice el padre, en aras de  de salvar el matrimonio, primero debo cambiar yo las formas y detalles que utilizaba para relacionarme, sólo cuando yo   doy muestras de cambios en mi interior, en mi forma de concebir la vida, el amor y el matrimonio, es posible que la pareja  vea allí el esfuerzo que hago  por salvar la relación y contemple dar una nueva oportunidad. Las nuevas oportunidades siempre serán interesantes y oportunas cuando quien la propone o la pide, se la merece.

Además de reconocerse imperfecto, el que quiera salvar su relación deberá dar un paso adicional que demuestre que no se conforma con la realidad que  vive, y que  por  eso, se esfuerza en cambiar lo que hace mal.  Todos los días  se  debe ser mejor, la convivencia en pareja debe ser mejor y cada miembro de la pareja debe  hacer lo necesario para que esa convivencia se concrete. Ahora, ésta   se hace más sana cuando soy capaz de respetar la diferencia, cuando soy capaz de reconocer   que el otro jamás puede ser idéntico a mí, porque tiene una historia distinta, porque tiene una manera de ser distinta, porque tienes unas expectativas distintas a  las mías, por lo tanto debo aceptarlo como es.  Cuando la pareja, toma conciencia de esta  realidad, más que juzgar, más que querer  acomodar y adaptar  a nuestra manera de interactuar,  ayudamos al otro a valorarse en su condición y,  además,  a potencializar, los dones  y talentos  que ha recibido de Dios.

Hablamos de sanación  de las relaciones de pareja porque  hay heridas en el corazón  de uno de los miembros que necesitan ser sanadas,  heridas causadas por la indiferencia, por el maltrato físico, por el maltrato verbal. Hablamos de sanación  en la relación  de  pareja porque esas heridas  no  hacen posible  que el amor y la relación fluya en un ambiente  sano, espontáneo, libre. Hablamos de sanación en la relación de pareja porque las experiencias han demostrado que, cuando cada uno de los miembros de la pareja reconoce que se ha equivocado, reconoce que las   maneras como se  ha interrelacionado no ha sido la correcta,  y se esfuerza por cambiar de estrategia, se puede salvar el matrimonio, se puede volver a ser feliz con el otro, se puede desear y disfrutar  el compartir con el otro,  porque ambos pueden llegar a disfrutar, si se lo proponen, el estar solos en la intimidad, expresándose ternura, haciendo el amor, o simplemente viendo una película, disfrutando de un atardecer  contemplando el paisaje, tomando un helado o conociendo  lugares, sin  imposiciones, sin fórmulas rígidas, sin miedos y sin complejos.

Soy un defensor de la unidad matrimonial. Estoy convencido de que podremos construir  familias más sólidas y amorosas hacia el futuro si los padres de hoy se esfuerzan por dar seguridad a sus hijos a  partir de la seguridad que les transmiten desde la estabilidad de su relación de pareja. Matrimonios  conflictivos,  malsanos,   rotos  por el maltrato, la infidelidad  y la intolerancia   tienen más posibilidades de   producir hijos inseguros, inestables, conflictivos y con limitaciones para  sostener una relación bien llevada  hacia el futuro.


No quiero decir  que los hijos de parejas disfuncionales no puedan construir relaciones de parejas sanas y estables, sí lo pueden lograr, pero les costará  mayor dificultad porque no tienen un modelo cercano que les sirva para replicar en  su nuevo hogar lo que han vivido. Claro que tenemos que ser realistas, algunos hijos  fracasan en su vida matrimonial a pesar de que proceden de   una familia aparentemente sana, una familia entregada y estable. Pero estos son casos excepcionales y aunque se presentan, insisto, no son una constante.





[1] Jerome S. Bruner. El proceso mental en el aprendizaje.  Madrid : Narcea, 2001  

1 comentario:

  1. Saludos Bernardo. He pasado por tu blog, revisando algunos temas que me interesan y me encuentro con ideas muy valiosas que vale la pena tener presentes tanto en las relaciones con los otros así como implícitamente en la relación con uno mismo. Muchas gracias por compartir toda esta información. ¡Éxitos!

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