Dice el Salmo 40, “el Señor se inclinó a mí y escuchó mi clamor. Me sacó del hoyo de destrucción, del lodo
cenagoso. Asentó mis pies sobre la roca
y afirmó mis pasos. Puso en
mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios; muchos verán
esto, y temerán, y confiarán en el Señor.” Amado Dios
te alabo y te doy gracias por
esta bendita Palabra que me regalas en este momento. Te alabo y te doy gracias,
porque me sentía como el salmista, en un hoyo asfixiante y sin alternativas para
salir. La depresión me hacía experimentar
una soledad extrema. No le encontraba sentido a
nada, no me entusiasmaba nada. La
familia, los amigos,
el trabajo, mi profesión, mi pareja ya no eran importantes. Incluso Señor llegué a pensar que la
vida no tenía sentido. Muchas veces te
reclamé el por qué me habías dado la vida, si no vale la pena vivir. Desprecié a
mis padres por haberme traído a este mundo, muchas veces me quise morir, Es más
atenté contra mí, maltratando mi cuerpo, dejando de alimentarlo y cuidarlo como
lo que es, templo de tu Espíritu Santo. Atenté contra mí y también contra Ti,
porque hoy sé que habitas en mí.
Bendito Seas Señor. Sin embargo en este
momento Señor, al leer esta palabra, descubro que Tú te has inclinado a mí para escucharme. Yo que me sentía sólo, ahora reconozco que
siempre estuviste ahí, a mi lado. Gracias por estar a mi lado,. Gracias por
amarme, gracias por darte Tú mismo. Gracias
por levantarme de esta situación y por poner mis pies en un lugar sólido, en
una roca fuerte. He vuelto a creer en mí
y también he vuelto a creer en Ti.
Veo el camino despejado, y la
vida con nuevos colores. Reiré, viviré, celebraré, compartiré, seré solidario y
amaré porque tu mes has amado, Bendito
seas Señor. Daré testimonio de lo que has hecho conmigo para que otros también
se levanten y venzas sus tristezas. Lo haré Señor, porque Tú Vas conmigo y me
sostienes. Amén y amén.
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