La mayoría
de las parejas cuando unen sus vidas, llegan con la aspiración de construir una
relación armoniosa, estable y duradera.
Sin embargo en la medida en que transcurre la convivencia comienzan a
aflorar actitudes y comportamientos del otro que no se alcanzaron a percibirse
durante la época de noviazgo, por una razón básica, en esta primera etapa de la
relación cada uno se esfuerza por mostrar su parte más amable, más amorosa, más
tierna, más noble hacia el otro, y en otros casos no se perciben, simplemente
porque el enamoramiento extremo inicial no permite que los defectos del otro se vean
ó en algunos casos se confía en las promesas de alguna de las partes en
el sentido de que se comporta de esta ó de aquella forma porque se está soltero pero que las
cosas cambiarán cuando decidan casarse ó irse a vivir juntos. Bajo estas promesas de que “seré mejor cuando
te cases conmigo” se han iniciado muchas relaciones que al final terminan en conflictos, porque, debo decirlo, son muy pocos y pocas los que cambian,
al contrario se aferran más a aquellos hábitos que no se toleran y por consiguiente comienzan
los problemas y si las partes ó alguna de las partes no deciden hacer algo
para salvar el matrimonio terminarán tomando caminos distintos.
Frente
a las realidades anteriores las preguntas
que surgen son estas: ¿Qué hago para salvar mi matrimonio? ¿Qué hacer cuando
comienza una crisis matrimonial? ¿Se puede salvar un matrimonio en crisis? La
respuesta no es tan simple porque cada
situación es particular y por lo tanto merece una atención particular. No es lo
mismo orientar a un matrimonio en crisis por problemas de infidelidad, a
otros con problema de
incompatibilidad, indiferencia, mentira, violencia intrafamiliar,
incumplimiento con sus obligaciones en fin, como se expresó cada caso es
diferente. En las siguientes
publicaciones presentaremos alternativas para el manejo de cada realidad. En
esta oportunidad las propuestas se harán
desde nuestra experiencia de fe y como
personas que creemos en el poder de Dios y en el poder de la oración.
Llevo 32 años de vida matrimonial con Nayibe, y aunque en los primeros cinco años de matrimonio
Dios nos regaló nuestros dos primeros hijos, nuestra relación fue un caos. Yo
no creía en Dios y llevaba una vida de pecado, inmerso en el licor, la infidelidad descubierta por mi
pareja. Mi esposa por el contrario siempre ha sido una mujer de fe y además de
exigirme el cumplimiento de mis obligaciones con mucha radicalidad, también la encontré muchas veces doblando rodillas pidiendo a Dios que
le salvara su matrimonio y que le mostrara el camino a seguir. Ella siempre
iba al templo a cumplir con los preceptos. Cuando estábamos a punto de
separarnos Dios escuchó su plegaria y nos rescató. No sólo nos rescató si no que
en Él encontramos una vida nueva que nos ha llevado a experimentar el poder
liberador del perdón, la reconciliación y la recuperación del amor que nos había unido. Además nos ha
utilizado como instrumentos para animar a otros a esforzarse por salvar su
matrimonio. Sí se puede ser feliz en el matrimonio.
Como
lo expresé, a partir de nuestra experiencia, la primera recomendación que hago
para salvar tu relación de pareja es
orar con más intensidad. Aunque tengas ira
por la traición, ora, aunque haya indiferencia, ora. Clama a Dios con
más fuerza para que bendiga a tu pareja,
para que cambie su corazón. Asiste a la Eucaristía diaria o semanal y pon esa persona en
las manos de Dios. No te canses de orar. En la medida en que pidas bendición
por tu pareja el Señor también comenzará a hacer su obra en ti, llenándote de
valor, de fuerza, de paz en el corazón y de sabiduría para tener claridad en las decisiones que debas tomar. De parte nuestra también habrá un grupo de personas de nuestra
comunidad haciendo oración por tu relación. Puedes consignar tu intención de
oración en la sección de comentarios de este artículo. Si oras con más
intensidad ten la certeza de que no te vas a arrepentir.
Espera
nuestros próximos artículos en los que ofreceremos técnicas de manejo para a
situaciones conflictivas específicas.
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