viernes, 21 de diciembre de 2012

¡ASÍ DEJÉ DE CONSUMIR LICOR! Testimonio.


Andrés   cuenta que lleva más de treinta años de vida matrimonial con su esposa. El era un comerciante muy  próspero de la ciudad. Tenía varios negocios y él todos los días dirigía su empresa bajo los efectos del licor. Hoy se pregunta que no sabe cómo soportaba tanto pero cada día, llegaba a su casa borracho. Para facilitar su adicción al licor había habilitado una nevera tanto en su negocio como en su casa, la cual mantenía siempre llena de cervezas. Cuando llegaba a su oficina, desde temprano, comenzaba a consumir. Atendía  sus clientes y proveedores con una cerveza en la mano y cuando terminaba  la jornada y llegaba  su casa, continuaba  el consumo.  No había día que  no tomara. Al lado del consumo de licor  siempre surgían programas con sus amigos y amigas   para caer en desenfrenos sexuales.  

 Su esposa siempre   ha sido una mujer de fe. Desde siempre lo animaba a  que la acompañara a la celebración eucarística, cosa que no aceptaba.  Un día, para  complacer a su esposa fue al templo y por coincidencia la homilía ese día el sacerdote   se la dedicó a los borrachos. Fue tanto el énfasis que hiso el cura sobre este tema, que al terminar la celebración  Andrés le reclamó su esposa que porqué le había contado al cura sus problemas personales. Por más que insistió ella en decirle que fue coincidencia, porque no le había dicho nada al padre, éste no aceptaba sus explicaciones. A  pesar de los argumentos, no hubo manera de hacerle entender que ella no había dicho nada. “Como vas a pensar eso cuando son tantas las personas las que van el templo, con la misma dificultad que tú,” decía ella. 

 Esta  primera visita al templo fue suficiente para que este señor   fuera tocado por  Jesús. Dice que al día siguiente, era un viernes, continuó con su rutina de trabajar y consumir cerveza hasta cuando el cuerpo aguantara. Cuando llegó a su casa, invitó a unos amigos a tomar.  Dice que comenzaron a beber y comer en su casa,   y no sabe en qué momento se quedó dormido, y cuando se despertó al día siguiente, encontró que todo estaba en silencio. Sus amigos se habían ido. El estaba tirado en el piso rodeado de botellas de cerveza vacías,  y desperdicios de comida por todos lados, estaba sucio, mojado.  Su esposa estaba acostada con sus hijos. Dice que fue tan horrible el espectáculo que vio a su alrededor que  sintió pena de él mismo y sintió pena de  su esposa.  Desde ese momento reconoció que  con  lo que hacía, estaba   destruyendo su hogar y tomó la decisión de no volver a tomar.  De esto han pasado veinte años y dice que no  le hace falta la cerveza. Al comienzo fue difícil porque sus amigos de francachela no aceptaban su cambio de actitud, pero se mantuvo, cambió de amigos, cambió de espacios de reunión y hoy es una persona sobria y feliz. En  cuanto se recuperó de aquel acto bochornoso le pidió a su esposa que lo volviera a invitar a la Eucaristía, desde ese momento hasta el sol de hoy,   ha estado vinculado a procesos espirituales, a grupos de oración, que lo han ayudado a mantenerse firme en su opción de no consumir licor.  Se declaran, junto con su esposa, como un matrimonio estable y feliz. Lejos del licor.

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